Una anécdota de Buda poco conocida narra que: ” Una vez estaban sus discípulos hablando del Cielo y el Infierno y uno de ellos le preguntó su opinión sobre ambos sitios: el Cielo, dijo Buda, no me parece muy interesante , allá no tengo mucho que aprender, ni puedo sentir nada nuevo. Pero allá no se hace sino gozar en todas las formas, le dijeron sus discípulos . Quisiera ir al infierno, de pronto allá encuentro algo nuevo o imprevisto, dijo Buda. Pero allá no hay nada distinto al dolor y el sufrimiento. Buda les respondió: no importa, yo no puedo sufrir”.
Aquellos, como Buda, que no pueden sufrir, viven en su propio espíritu, la mejor parte de si mismos. Han construido un alma y viven en ella. Los que creemos en la realidad sutil y trabajamos para vivir algún día en la mejor y más fina parte de ella, incluso antes de morir físicamente, sabemos que todo lo demás es el mundo de las apariencias y que la verdadera ciencia y el verdadero camino nos lleva a ella. La imaginación y la pluralidad de formas físicas, velan y ocultan la unidad esencial de todo lo que es o el Yo real detrás del cual está El Absoluto, como decía Gurdjieff.
En cierta manera pensamos al revés de la filosofía materialista y un tanto burda, que afirma que solo es real lo físico y que lo demás es apariencia: imaginación o alucinación.
Como pensamos y creemos así no le damos mucha importancia a los valores de lo físico y buscamos a cada momento trascenderlo para seguir en nuestra vía y encontrar esa meta en forma objetiva, primero en nosotros y luego en todo lo que nos rodea.
Los que siguen esta ruta empiezan por creer que todo lo que consideraban verdades intocables y cualidades que se atribuían: no existen, y tienen que partir casi de nada pero ahora cuentan con la información de los guías vivos o muertos que han recorrido y empezado el camino antes que ellos y les dan criterios para distinguir lo imaginario de lo real sutil y un logro aparente de un resultado real.
Los maestros nos enseñan que en el nivel avanzado es imposible sufrir porque se vive en la dicha suave y carente de avidez del alma y de las emociones superiores del amor consciente, fe consciente y esperanza consciente.
Al principio y solo transitoriamente existe el sufrimiento de renunciar a los placeres inconscientes de la posesion de dinero y bienes físicos de valor económico, del poder sobre los demás hombres, del sexo posesivo y obsesivo y de competir, triunfar y ostentar esos trofeos.
Hay aquí una lucha permanente para no identificarse con todo lo anterior e ir encontrando el placer de percibir objetivamente lo real sutil primero en sí mismos y luego en todo lo externo. Además aparece el gozo de liberarse de los deseos y de los miedos a medida que los hallamos injustificados y basados en el valor e importancia que dimos a los placeres anteriores. La certeza que nos da el nuevo nivel de consciencia de lo sutil, desvanece el miedo a la muerte física y con el se van muchos otros motivos de angustia.
Por todo lo anterior va naciendo un nuevo ser que como Buda: no puede sufrir.